EL ARENAL
Juan Miranda Alvarado.
Son casi las horas de la esperanza, cuando llegamos a la colonia El Arenal, aquí en la ciudad de México, Martí Batres ha dejado, como es su generosa costumbre, su oficina para recorrer la colonia que recientemente fue inundada por Febrero y sus lluvias inesperadas, dos jovencitos se le acercan y lo saludan con ese saludo que tanto me cuesta aprender, chocando las manos; Martí lo hace magistralmente, tengo ganas de decirle que me enseñe, pero no hay tiempo, la gente se arremolina en torno a él, hacen peticiones y él atiende con toda paciencia, seguimos caminando y de pronto Martí habla por teléfono e involuntariamente lo escucho: “…a la gente les urge la máquina de costura y va muy lento el trámite, entonces mejor la compramos con parte de nuestro salario, cotízala y vamos a entrarle pero ya…”. ¡Carajo! me da tanto orgullo ser amigo de Martí, qué diferente sería este país si todos los funcionarios ayudaran a la gente humilde con parte de su salario… por fin termina el recorrido, estoy agotado, pero me siento contento y también un poco triste, porque quizás en lo que me queda de vida, no vuelva a presenciar un acto de solidaridad como el que miré en la colonia El Arenal.