Los errores de un viejo

Por: El Dr. Andrés Corona Sánchez.

Hace algunos días, me llegó un correo que llamó mucho mi atención, me lo enviaba una amiga de muchos años; cuando comencé a leerlo al principio como que no le di importancia, pero cuanto más me adentraba en la lectura empecé a recordar los errores que cometí con mis queridos viejos. Fue entonces que con mayor detenimiento repetí la lectura muy despacio, desmenuzando cada uno de los párrafos y a medida que avanzaba en la lectura sentí un gran desasosiego en mi corazón.

En ellos se dicen verdades muy dolorosas, algo que muchos no les decimos a nuestros hijos porque casi nunca tenemos tiempo para ellos; por eso hoy que tengo oportunidad aprovecho para comentárselos. Analícenlo y si les sirve de algo, pónganlo en práctica para que no se lamenten después; para que no les pase lo que a muchos, que amargamente lloran, cuando los hijos se van, hoy aún es momento de estar con ellos muy de cerca, no esperemos que se pierdan en el tiempo y nos lo robe la distancia.

El autor, no sé quién sea, pero creo que es conveniente difundirlo, y más en esta época, en la que se perdieron los vínculos familiares al desintegrarse el hogar, hoy cuando la pareja trabaja, “para vivir decorosamente” y “darle lo mejor” a nuestros críos y los dejamos encerrados en una jaula de oro repleta de aparatos “electrónicos idiotizantes” (TV, Nintendo, Etc.), o en hogares sustitutos (Cendis, guarderías, Etc.) en los que no hay calor de hogar. Por eso crece la delincuencia, el desamor, el alcoholismo, la drogadicción, las violaciones, las enfermedades, los embarazos no planeados, la deserción escolar, los divorcios, las mujeres violentadas, Etc.

Con esto mis queridos amigos, quisiera que hiciéramos un examen de conciencia, para si estamos a tiempo corregir nuestras actitudes y nuestra forma de ser, y si el tiempo se nos pasó, actuar en consecuencia con nuestros hijos, porque que al fin de cuentas ya están y esperan de nosotros lo mejor. Enseñemos esto, a esas criaturas de virginal mente, para que a través del tiempo lo valoren y lo pongan en práctica, platiquemos con ellos de esto, démosles el tiempo necesario para estar juntos y así no nos lamentemos después.

Hoy y no mañana.

¡Hijos míos!.

Prefiero que compartan conmigo unos pocos minutos, ahora que estoy vivo; y no una noche entera cuando yo muera.

Prefiero que estrechen suavemente mi mano, ahora que estoy vivo; y no apoyen su cuerpo sobre mí, cuando yo muera.

Prefiero que hagan una sola llamada, ahora que estoy vivo; y no emprendan un inesperado viaje, cuando yo muera.

Prefiero que me regalen una sola flor, ahora que estoy vivo; y no me envíen un hermoso ramo, cuando yo muera.

Prefiero que elevemos al cielo una oración, ahora que estoy vivo; y no una misa cantada y celebrada, cuando yo muera.

Prefiero que me digan unas palabras de aliento, ahora que estoy vivo; y no un desgarrador poema, cuando yo muera.

Prefiero escuchar un solo acorde de guitarra, ahora que estoy vivo; y no una conmovedora serenata, cuando yo muera.

Prefiero que me dediquen una leve plegaria, ahora que estoy vivo; y no un político epitafio, cuando yo muera.

Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles, ahora que estoy vivo; y no de grandes manifestaciones, cuando yo muera.

Prefiero escucharlos un poco nerviosos diciendo lo que sienten por mí, ahora que estoy vivo; y no un gran lamento porque no lo dijiste a tiempo, cuando yo muera.

¡Es cuanto!.

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