Amor entre jícamas Autor: Juan Miranda Alvarado.
“¡Jícamas de agua, jícamas dulces, lleve sus jícamas de Chumbítaro…!”, la boca de la muchacha escurría miel y palabras. Le compré un montoncito y me llevé su boca en cada jícama que me vendió, esa noche el blanco de las jícamas inundó mi sueño y al otro día regresé a Chumbítaro a buscar a la muchacha de las jícamas, para decirle que su amor era la búsqueda infinita de todos mis tiempos, pero la angustia mordió mi alma, cuando no la vi entre las muchachas que vendían jícamas, pregunté por ella y la respuesta me salpicó toda la desdicha de noviembre: “Rosita no está, porque anoche se fue al norte y sepa Dios cuándo regresará…”, compré varios montones de jícamas para no dar tiempo al arrepentimiento y entendí que cuando uno encuentra el amor, hay que lucharlo, sin importar los riesgos, porque el verdadero amor puede estar en todas partes.