Cuando todo se derrumba

Por: Dr. Andrés Corona Sánchez.

La noticia no era buena, pues otro colega más nos abandonaba, partía con rumbo a lo desconocido; supe de él por su tenaz lucha contra la Tuberculosis, por su amor a la profesión médica y por ser padre de un compañero y amigo de generación. Quién sabe por qué el destino se encargó de que su hijo fuera mi amigo, de que nuestros caminos se unieran en el transcurso de nuestra vida estudiantil; sí, falleció el Dr. Antonio Mier y Torcida y así como él, muchos de mis queridos maestros de la facultad se fueron yendo poco a poco, uno tras uno.

Me imagino a mi amigo Toño envuelto en su desolación, cobijado por la tristeza, y saboreando la amargura del adiós nunca esperado; me lo imagino así, porque vio de pronto desgajarse una parte del techo de su casa grande y en esos momentos no se sabe qué hacer, ni a quién recurrir, ni a quién reclamarle. En esos momentos nos damos cuenta que contra eso, nada podemos hacer, ni sacando a relucir nuestros mágicos esfuerzos como médicos con los que hemos vencido a las enfermedades nos sirven para nada.

No te preocupes amigo, así es eso, hace tiempo a mi se me cayó la casa entera cuando mis viejos se fueron, en esos momentos perdí todo mi cobijo, todo mi refugio, por eso viví a la intemperie, cobijado con el zarape estrellado de la noche y saboreando el amargo néctar de la vida; pero mírame amigo, la casa que construí con mi pareja ya sólo la mitad queda y con esa sigo luchando, hasta que la fortaleza de mi cuerpo se debilite como los viejos morillos se apolillen, entonces ese techo caerá arrastrado por el destino que la vida nos depara a todos.

Por eso ahora lo que debe preocuparte, es reforzar los cimientos de la casa que formas con tu esposa, para que los tuyos se sientan cobijados, porque la vida sigue y debemos seguirla viviendo, los apoyos de amor de nuestros hijos nos hace poderosos, casi invencibles para seguir luchando, no desmayes, nuestra profesión nos necesita hasta que se llegue el momento de dejar nuestro lugar a otros. Todavía no llega nuestro momento, redoblemos esfuerzos, acuérdate que a diario nos enfrentamos a la muerte y a veces le ganamos y a veces nos gana, pero seguimos necios enfrentándonos con ella.

Recuerda amigo, que para eso nos formaron aquellos queridos maestros que nos enseñaron lo mejor, que nos hicieron médicos prácticos y nos dieron como arma poderosa la “clínica” que nos ha servido para enfrentarnos en campo raso a cualquiera de las enfermedades sin temor alguno. Acuérdate del lugar donde aprendimos jugando con las disecciones “el anfiteatro”, de las ponchadas de venas que nos hicimos uno con otro en las prácticas de Fisiología, del sueño que nos daba en Medicina Preventiva, de las amenazas del “Machirrín” de Obstetricia y de las graciosas puntadas del “pequeño chinchulín”.

Acuérdate de la “Güera Pérez”, tan llamativa y cariñosa que la propusimos como maniquí en Anatomía, pero Eliezer Moreno nos mandó a la fregada, acuérdate de las carreras que pegábamos para llegar al ISSSTE con Miranda, de las asoleadas que nos dábamos para llegar al Civil con Vega Núñez, de las desorientadas que nos daba Mario Tapia en su “cliniquita”, de las puntadas de Becerril y de tantos y tantos que nos dieron lo mejor de su experiencia. Por eso y por más amigo mío, no desmayes, sigue luchando sin descanso, no nos queda de otra, pues sólo así vamos a fortalecer nuestro paso por la vida. Voy a permitirme plasmar unos cuantos versos de una composición que dedique a mi padre cuando faltó en este mundo.

MI TECHO Y MI LUZ

ACS (05/79)

Guerrero de indomable gallardía

ser de bronce nacido de los soles

luchador incansable con razones

forjador de futuros matinales.

Amigo de mi infancia placentera,

compañero de parrandas y quimeras

forjador de mi conciencia plena

permíteme recordarte en luna llena.

¡Cómo te admiro y te recuerdo!

en el duro devenir de la existencia,

cuanto se signifique con mi presencia

al conseguir tu sueño más preciado.

Recuerdo tu mirar tan penetrante,

tu porte tan altivo y arrogante,

tus palabras suaves y sedantes

en momentos de angustias lacerantes.

Te fuiste poco a poco sin decirlo

te esfumaste de mi vida en un momento

me dejaste muy solo en este mundo

inseguro y triste al tú faltarme.

Es momento de que sepan ya quién eres,

que los pájaros lo trinen muy contentos,

es momento que sepan ya mi viejo

que como tú, no habrá otro padre.

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