Rappel en el Cerro del Morán

Por el Ing. Florencio Soto Pineda.

El Teniente Santiago conocía de vista el imponente Cerro del Morán, por el lado detrás de la antena del rancho El Zapote, entre Paso de Núñez y Carácuaro, de un risco de la parte alta del cerro se apreciaba una cueva y al teniente se le hizo interesante explorar su interior, por lo cual me lo comentó y planeamos el viaje.

Para ir al Cerro del Morán se viaja de Huetamo rumbo a la carretera a Zitácuaro, desviándose en Tierras Blancas y de ahí en terracería, en ese entonces se pasaba por Rancho Viejo, Ceibas de Parandán, El Horcón, Santa María, Los Lampaces y así llegamos al Morán que se veía imponente.

Cuando llegamos al sitio en la carretera dejamos la troca y nos esperaban con mulas para cargar las mochilas e iniciamos una gran subida de unas dos horas y media hasta llegar a la cima, en donde había vestigios de puestos de vigilancia en tiempos prehispánicos y de la revolución, además de pequeñas yácatas prehispánicas.

La vista desde la cima es imponente del valle de Tierra Caliente, se observan represas y las rancherías del entorno.

En la cima se empezó a escuchar el sonido fuerte del graznido de un águila y uno de los integrantes del grupo arrojó piedras al vacío haciendo ruido, el águila salió de su nido entre los riscos y voló fuertemente al poniente y en un tiempo de unos quince minutos regresó acompañada de su pareja, seguro que fue para pedir apoyo para proteger a su crío, lindo gesto de estas aves, las cuales están ya por extinguirse y por favor debemos protegerlas y dejarlas en paz.

Ya en la cima almorzamos y después se dio instrucción de rappel a los nuevos acompañantes, entre ellos yo invité al Lic. Orlando Blas y venía un hijo del cantante Andrés Morales.

Ya adiestrados en poco tiempo iniciamos el descenso que en una parada vimos que la cueva no tenía profundidad, pero sí tenía un nido de abejas que se inquietaron y volaban sobre nuestras cabezas.

Como siempre el teniente es el primero en bajar y yo cierro al final. En medio camino un integrante le dio pánico y más por las abejas y quería regresarse, cosa que era imposible por las paredes verticales y tuve que convencerlo de seguir, que había más probabilidad de salir bien.

De este modo concluimos el descenso sin accidentes llegando a tierra firme y con mucha felicidad con la adrenalina alta todavía.

El teniente volvió a rapelear desde este mismo lugar y ya estando en la cima inició a destapar piedras de la yácata o puesto de vigilancia y le pica un alacrán que en poco tiempo sentía morirse, a tal grado que hablaron por celular al rancho cercano para que le enviaran el suero anti alacrán que fue esta acción la que lo salvó, ya que estaba muy débil y con problemas respiratorios.

Lo anterior son cosas que suelen sucederles a los que se aventuran a explorar, pero vale por mucho la pena conocer y explorar.

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