Habla un gato solitario

Asiento número 40

Llegué a la central camionera de Huetamo, la claridad cegaba mis ojos: Amanecía. Me acerque a la taquilla, una mujer de cabello largo me recibió con una sensual sonrisa y me preguntó: “¿A qué lugar va a viajar?” su belleza me dejó atónito, reaccioné y contesté: “Por la noche a la Ciudad de México, deme un asiento de los primeros por favor”, la mujer tenía unos labios carnosos, parecían higos maduros, el antojo me ahogaba por besarla, seguí escuchando su angelical voz: “No puedo darle el asiento en el lugar que pide, le daré uno en la parte de atrás, es el número 40 y por cierto irá una mujer a su lado”, sus palabras me desconcertaron, el misterio me invadió, incluso sentí miedo, lleno de curiosidad le pregunté: “¿Oiga y quién es esa mujer que irá a lado mío?” la mujer bella suspiró antes de contestar: “¡Yo! y sea puntual, la salida es a las 9:00 de la noche, si se retrasa perderá su destino”, quedé impactado, no daba crédito a lo que me estaba sucediendo, me alejé de la central camionera, eran las 6:00 de la mañana.

Durante todo el día no dejé de pensar en la hermosa mujer de la taquilla, quería que ya fueran las 9:00 de la noche para volver a verla y viajar 6 horas a su lado, mi imaginación se excitaba y me veía besando sus antojosos labios, a las 6:00 de la tarde la emoción me tenía temblando a tal grado que hubo un momento que decidí ya no viajar, pero en un santiamén me volvió el valor y preparé mis maletas para viajar a mi destino, el reloj estaba desbocado y cuando me di cuenta ya eran 20 para las 9, aún estaba en tiempo porque me iría en mi Datsun modelo 1970 a la terminal, mi viaje a la Ciudad de México era muy breve, por lo mismo no habría ningún problema en dejar estacionado mi carrito afuera de la central, 5 para las 9 llegué a la cita con mi destino, los nervios trabaron mi cerebro, no decidía dónde estacionarme; que si aquí le va a pegar mucho el sol, que acá está muy solitario el lugar, cuando por fin lo hice mi reloj Citizen marcaba las 9:01 de la noche, corrí arrastrando mis maletas pensando que nunca los autobuses son tan puntuales, pero el mío ya había partido con mi destino.

Me entraron ganas de llorar, tenía mucha tristeza, fui a la taquilla en busca de la bella mujer que viajaría conmigo con la esperanza de encontrármela y no estaba, no hice preguntas a la compañera que la suplía; ¿para qué?, seguramente me tomaría de a loco, la normalidad es sagrada en nuestra sociedad, cualquier intento de romperla se paga con la burla y el desprecio. La noche presumía una luna espectacular, que bañaba al majestuoso Cerro de Dolores, símbolo de Huetamo.

error: Contenido Protegido