A 58 años de la destrucción de Coyuca de Catalán por un sismo

Por Ángel Ramírez Ortuño / Cronista de Huetamo

Este 6 de julio del año 2022 se cumplieron 58 años de que la Atenas de Tierra Caliente, como se le conoció a la ciudad de Coyuca de Catalán, Gro., en otros tiempos, fuera devastada por un fuerte temblor que acabó con decenas de vidas y destruyó esa romántica y legendaria población, bañada por las corrientes del Río Balsas y comunicada por un estratégico puente que la separa del eterno vecino Pungarabato, hoy Ciudad Altamirano, mientras que todo ello ocurría la negra y trágica madrugada del lunes 6 de julio de 1964, unas horas después de haberse realizado elecciones federales y donde resultaba victorioso Gustavo Díaz Ordaz como nuevo Presidente de México

Aquella fecha político electoral transcurrió sin contratiempos, y sucedió también que resultaba ganador de una diputación federal, Miguel Osorio Marbán, y mientras se daba el conteo final, algunos soldados que vigilaron las elecciones dormían bajo la torre de piedra que tenía el ayuntamiento municipal, mientras otras personas acudieron esa noche a funciones de cine a la vecina Ciudad de Altamirano, y este servidor había elegido el cine Teresa, dado que el cine de Coyuca estaba clausurado por no cumplircon los requisitos como contar con sanitarios, porque no estaba de acuerdo en invertir en tales caprichos la dueña, mi profesora de Historia, Alicia Buitrón Brugada.

Así es como aquel memorable 6 de julio de 1964 quedaría impreso en la memoria de un pueblo y en toda la región de Tierra Caliente, dado que ese sismo registró su epicentro justo debajo del asentamiento de la ciudad y la sacudida derrumbó gran parte del pueblo, el edificio del palacio municipal, el templo de Santa Lucía, la vieja sede del Internado No. 20, el edificio de dos niveles de la primaria y secundaria construidos en el centro, se fue abajo el cine Coyuca, el Hospital Civil, las casonas viejas de Doña María y Rita Palacios, la de Don Luis Brugada, parte del malecón donde vivía la familia León, desaparecida esa noche, algunas averías en el puente construido en 1952 y que cruza sobre el Río Balsas, lo que generó que el amanecer fuera de llanto, dolor y muerte.

Vivir en carne propia esa experiencia 58 años atrás, ha quedado grabada en la memoria de este cronista, entonces un chamaco que recién terminaba la secundaria con la gloriosa Generación 64 de compañeros tan apreciados como la poetisa Estela Hernández, Emma Flores Solorio, Gloria Ramírez Flores, Casta María Salgado, Alfonso Villegas, Víctor Manuel Valenzuela, Cuauhtémoc y Eduardo Antúnez, Efraín Núñez, Miguel Ángel Hernández, Rafael Piza Bernal, Vicente Limones, Pepe Chico Bermúdez, Salvador Pineda Ochoa y varios de ellos más, con los que en fecha reciente nos hemos reencontrado con algunos, pero la memoria falla y se olvidan otros nombres, y de los maestros, el de Inglés, Ángel Almanza Ruiz, de música, el profesor Cervantes y “Chito” Flores, de Literatura, Ana Celia Antúnez, el conserje Albarrán, entre otros testigos presenciales del catastrófico sismo.

La lista de personas muertas en Coyuca se perdió en el tiempo, pero fueron cerca de un centenar, y otra víctima mortal se registró en Huetamo, y las huellas de afectaciones eran notables en Zirándaro, San Lucas, Tlapehuala y otras localidades y queda perene el recuerdo de los desgarradores llantos de aquella madrugada lluviosa y letal, en la que el destino me llevó a cruzar descalzo la zona afectada desde el panteón hasta el puente, y desde el hospital en ruinas hasta el centro de Coyuca, y presenciar cuerpos destrozados como el de la familia León, escuchar los lamentos de una joven sirvienta atrapada en la casa de doña María Palacios, y dada la estrujante situación nos unimos a una brigada con el político priista Miguel Osorio Marbán para trabajos de rescate hasta el amanecer, y con el paso de las horas arribaría la gallarda imagen de Tata Lázaro Cárdenas, lo precedió oña Eva Sámano de López Mateos, paisana nuestra en Tierra Caliente y un día después, mi madre Feliciana Ortuño suplicaba apoyos de traslado a la mano amiga del Gral. Cárdenas quien ordenara de inmediato que la citada familia Ramírez Ortuño fuera llevada una parte por la vía aérea a Zirándaro y me correspondió viajar en una camioneta de la Comisión del Río Balsas con otros hermanos hasta el embarcadero de Zirándaro y de ahí hasta Charácuaro, Mich.

Esta semana se cumplieron 58 años, y no se olvida el mayúsculo desastre registrado, la tarea de salvación de cientos de heridos, el rescate de los muertos, el apoyo que llegó después de Estados Unidos y de El Vaticano, y en especial la presencia de un camarógrafo sueco, Hans Sorenssen, quien registró con su cámara imágenes patéticas que enseguida difundiría en Nueva York, la CBS, mientras que la noticia rebasaba las fronteras de México y poco a poco el pueblo se levantaba del estupor y como increíble milagro, entre los escombros del templo de Santa Lucía permanecería de pie la imagen de la Virgen de San Lucía, santa patrona de este sacrificado pueblo de la comarca del Balsas entre Guerrero y Michoacán.

Quedaría como testimonio michoacano, la humanitaria labor de artistas locales como Amalia Mendoza, los hermanos Tariácuri, Fany Cano y allá en Morelia el famoso cómico mexicano Mario Moreno Cantinflas realizó un festival taurino cuyos fondos totales fueron entregados a damnificados de Huetamo, y en agradecimiento, el profesor de Charácuaro, Mich., mi padre José Ramírez Maldonado, me enviaba río abajo para cruzar el Balsas y depositar en el correo una carta que días después era publicada en la revista Jueves de Excélsior, y para 1984, 20 años después, esa misma revista publicaba con mi nombre esta colaboración, al igual que 58 años después lo hace ahora el Periódico Siglo Veinte, fundado dos años después de la tragedia, un 28 de febrero de 1966.

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